Cinco mentiras del marketing alimenticio
Vivimos en una epoca donde el marketing es muy importante, y esto acaba afectando a los alimentos. Si entramos en materia de marketing alimentario, encontramos las exorbitantes exaltaciones de propiedades saludables así como las verdades a medias son la tónica habitual.
No obstante, cuando uno ha perdido el tiempo en analizar los etiquetados nutricionales, ya las ha visto de todos los colores. Por ello puedo afirmaros que tras una declaración saludable en un alimento (tipo: “sin azúcares añadidos” o “bajas en grasas saturadas“) en la mayor parte de ocasiones esconden otras propiedades mucho menos saludables que, obviamente, no se resaltan en el etiquetado (como no llevar azúcares añadidos, pero sí una notable cantidad de grasas hidrogenadas).
Por ello, para que podáis estar al tanto de las estratagemas comerciales que utilizan muchas veces las empresas alimentarias, hoy os traemos 5 “mentiras” habituales que podéis encontrar en las etiquetas de los alimentos:
1. Los mensajes saludables exaltados a primera vista:
Y es que, la picardía de algunas empresas va mucho más allá que la de resaltar una propiedad aparentemente saludable escondiendo las propiedades que menos se acercan a este fin. Por ejemplo, hoy por hoy es más que habitual encontrar productos con un gran título que reza “con aceite de oliva virgen extra“. Esta declaración busca que las personas interesadas en adquirir un producto saludable se decanten por ese artículo, no obstante, la sorpresa e indignación puede ser mayúscula si nos entretenemos en mirar la letra pequeña. Efectivamente, en la lista de ingrediente aparece el aceite de oliva virgen extra, pero es más que probable que vaya acompañado de un paréntesis que ponga 1-3% -Ej: aceite de oliva virgen extra (2%)- y el resto de grasas de adición provenga de un aceite refinado de peor calidad como aceite de girasol, de soja o de las enigmáticas “grasas vegetales”.
2. Información nutricional:
Ya antes del año 2000 se aprobaron las normas generales de etiquetado, presentación y publicidad de los productos alimenticios (plasmadas en el Real Decreto 1334/1999, de 31 de julio). En ellas se estipula que el etiquetado de los alimentos no puede inducir a error en el consumidor ni atribuirle efectos o propiedades que no posee. No obstante, es más que frecuente que, hasta que les obligan a lo contrario, determinados productos rompan estas normas. Como ejemplo, el sonado caso de Actimel y la inmunidad o los mucho más recientes casos de hamburguesas de ternera con posible carne de caballo no declarada.
informacion_nutricionalAdemás, según Rodale, un boletín libre de noticias relacionadas con la salud, en EEUU la Food and Drugs Administration (FDA) permite a los fabricantes de alimentos utilizar promedios para el recuentos de calorías, así como para el contenido de sal, de grasa y de cualquier otro nutriente que aparezca en la tabla de información nutricional. Aunque desconozco exactamente si en España también es así, según esta información se permitiría a los fabricantes un error de hasta ¡un 20 por ciento!. Esto quiere decir que si, por ejemplo, un plato pre-elaborado marca un contenido de 500 kcal, su contenido energético real pudiera ser de hasta 600 kcal.
3. El uso de palabras como “natural”:
Aunque con frecuencia se define a los alimentos “naturales” como alimentos que no tienen nada artificial ni sintético incluido, ni siquiera colorantes, aromas o similares, lo cierto es que no existe una definición oficial para la palabra “natural”. Esto hace que, en esencia, un producto pueda ser tan natural como el fabricante quiera que sea. Hasta llegar al punto actual en el que la palabra “natural” es de las más sobreexplotadas y de las que más se abusa. No sé si os habréis fijado, pero especialmente cuando se trata de vender un complemento/ suplemento alimentario, todos son “naturales”. Es la palabra publicitaria clave, pues se asocia a connotaciones positivas y que exime de todo peligro al producto (como si la Amanita phalloides, una seta venenosa bastante común, no fuera capaz de causar la muerte con la ingesta de un solo ejemplar y es tan “natural” como la que más).
4. Integral:
Ya hemos comentado en Medciencia las enormes dificultades que podemos encontrarnos para encontrar un pan realmente de grano entero. Desafortunadamente, la mayoría de panes y versiones de cereales integrales no son más que un producto refinado con un pequeño agregado de salvado de trigo (para darle el moteado típico de la versión “integral) o una diminuta cantidad de harina de grano entero. Por ello, para evitar esto y para obtener una versión integral lo más cercana posible a la de grano entero de verdad, algunos estudios han concluido que lo mejor sería escoger aquella versión con una relación de carbohidratos/fibra de al menos 10:1 (o sea, que la cantidad de fibra sea al menos la décima parte que la cantidad de carbohidratos)
5. Sin gluten:
Muchos son los productos que se atreven a incluir en su etiquetado el término “Sin Gluten“. En principio, si ese producto no utiliza ninguna materia prima que pueda contener gluten no debería llevarlo, pero podría darse el caso que entrara en contacto con alguna fuente durante su procesado que sí incluya esta proteína causante de problemas en aquellas personas celiacas.
Por ello, si realmente se pretende estar seguro de que el producto no lleva gluten, no debemos conformarnos con leer “sin gluten” en el etiquetado, debemos buscar marcas de garantía como son la “espiga barrada” (asegura menos de 20mg por cada 100g de producto) o la de “controlado por FACE” (asegura unos niveles de gluten inferiores a 10 ppm)
Cristian Martinez
Nutricionista ciclismo y triatlon cicloentreno.com